El embrión de Bonavista

El gran crecimiento
El reconocimiento oficial
La década de los años 70
El período democrático
La vivienda y los espacios público
y privado en Bonavista
Composición social
El movimiento asociativo en Bonavista
Conflictos étnicos y sociales
Cronología de Bonavista


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El embrión de Bonavista

    El emplazamiento de la partida de Bonavista, perteneciente por entonces al término municipal de La Canonja, empieza a barajarse en las mentes de los especuladores del suelo como el lugar idóneo para el asentamiento de un fuerte contingente de mano de obra asalariada procedente de la inmigración, muy próximo al incipiente Polígono Industrial Municipal (Entrevías), hacia finales de la década de los 50.  A esta situación estratégica, hay que añadir el inconveniente que supusieron las fuertes heladas de febrero de 1956, que bajaron la cotización de unos terrenos ya de por sí escasamente productivos.

    Tan prometedor se presenta el panorama, que el Ayuntamiento de La Canonja, a principios de 1960, aprueba el Plan Parcial de Ordenación Urbana del barrio de Bonavista, presentado por uno de sus principales promotores, Adolfo Bertrán, personaje omnipresente en este tipo de proyectos en la época.  Sin más trámites que éstos, La Canonja inicia una etapa de concesión indiscriminada de licencias de construcción, contabilizándose a finales de 1960 un total de 26 viviendas construidas, con una población de 134 habitantes. Los poderes públicos no tuvieron en cuenta para nada la planificación de infraestructura urbanística del barrio.

    Así fue como surgió el embrión del barrio de Bonavista.  Su crecimiento durante los tres primeros años fue progresivo, pero no desorbitado. Hacia finales de 1962 se habían construido ya 96 viviendas.  Una buena parte de los primeros pobladores, como atestigua el padrón Municipal de La Canonja de 1961, estaba residiendo en la ciudad de Tarragona, en Torreforta o en las chabolas del Francolí, Entrevías y Parcelas Tuset, aunque la mayoría procedía del sur.

    En 1963, Adolfo Bertrán, como mandatario verbal y en representación autorizada de los demás propietarios de tierras y parcelas de la barriada de Bonavista, presenta una propuesta de parcelación al Ayuntamiento de La Canonja.  En ella, se ratifica la oferta gratuita de los terrenos viales hecha con anterioridad y se propone a cambio el dispensar al Ayuntamiento de atender a los servicios correspondientes de agua, luz, etc., para que sean realizados a medida que las construcciones levantadas hagan imprescindible la necesidad de ser atendidos.  El Ayuntamiento de La Canonja acuerda, por unanimidad, no autorizar este proyecto particular de urbanización, porque no reúne los requisitos que determina la Ley sobre Régimen del Suelo y Ordenación Urbana, aunque lo acepta como anteproyecto con efectos administrativos internos preparatorios para la redacción del correspondiente proyecto definitivo.  A nivel práctico, esta decisión se traduce en un continuismo de la política municipal: No tener en cuenta para nada el equipamiento de los servicios mínimos, como el agua potable, el alumbrado público y el alcantarillado.

    A mediados de 1964 empiezan las obras del gigantesco complejo petroquímico que comprenderá las plantas de IQA y de Dow Unquinesa.  Como consecuencia de ello, se produce un fuerte incremento del número de inmigrados del campo andaluz y extremeño, que al tener parientes o conocidos en el barrio acuden a instalarse en él.  Al dispararse la demanda de solares para la autoconstrucción de viviendas unifamiliares, aumenta considerablemente la especulación del suelo. A finales de este año, el censo de Bonavista se acerca a los 2.000 habitantes, de los que una buena parte es población infantil: hay unos 900 niños menores de 14 años.  El «Diario Español», además de dar escasa cuenta de un fenómeno sociológico tan injusto (como es la aparición de un nuevo barrio sin planificación alguna, ni ayudas, ni subvenciones) falsea la realidad minimizando su magnitud demográfica, cuando escribe: «más de trescientas personas viven allí», el 7 de agosto de 1964.La familia berzosa en pleno proceso de autoconstrucción de la vivienda a mediados de los años 60.

    Ante la progresiva adquisición de terrenos del término  municipal de La Canonja para la instalación de empresas en el Polígono Industrial de Tarragona, va cobrando cuerpo el proyecto de fusión de los dos municipios.  A mediados de 1964, el Consejo de Ministros aprueba la anexión del municipio de La Canonja al de Tarragona. En el Memorándum donde se recogen las condiciones favorables que exige La Canonja para acceder a dicha anexión, se estipula que: «La Barriada de Buenavista, que se halla separada del núcleo urbano de La Canonja y sus edificaciones lindantes con el término municipal de Tarragona, serán incluidas en el proyectado polígono residencial «Campo Claro» de Tarragona».  La incertidumbre volvía a cernirse sobre el futuro del barrio de Bonavista.  Como el tiempo se encargaría de demostrar, el aludido polígono «Campo Claro», del que se venía hablando con triunfalismo desde principios de la década y que ahora se presentaba como panacea para los problemas innumerables de Bonavista, no se empezó a construir hasta catorce años después.

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El gran crecimiento

    En 1965, con una población siempre en aumento, un grupo de quince vecinos toma conciencia y comienza a presionar al Ayuntamiento de Tarragona, a la empresa Gasol -que detenta la concesión en exclusiva de la línea de autobuses -y a las entidades oficiales, para conseguir unos servicios mínimos.  Estas presiones se acompañan de escritos enviados a la prensa.  Uno de los frutos de esta lucha sorda, entre clandestina y abierta, es el establecimiento del primer servicio de recogida de basuras, por temor a una epidemia de cólera i En este año, se construye la Iglesia y se gestiona la consecución de unos terrenos para construir un edificio destinado a escuela, pero debido al rápido aumento de la población sigue sin solucionarse el problema de la escolarización.

    En 1966 la población de Bonavista ha sobrepasado ya los 3.500 habitantes. El problema del agua se agrava al estropearse una bomba de extracción, instalada de forma provisional para el abastecimiento del barrio.  Los vecinos tienen que desplazarse a La Canonja a buscar agua.  Al final, se instalan unas fuentes de agua potable -cuatro en total, distribuidas por todo el barrio- por obra no del Ayuntamiento, sino de la empresa AITASA que suministra agua a la petroquímica.  Esta compañía accedió a colocar las cuatro fuentes porque sus tuberías pasaban por el barrio.  En estas fuentes se formaban largas colas y algunos vecinos las utilizaban para enlazar sus mangueras para la construcción de sus casas, siendo esto la causa de continuas disputas.  Como lo cuenta un vecino: «(...)y allí se pasaba uno las horas muertas, esperando su turno..., peleas de mujeres, peleas de hombres.  Aquello era el tinglado padre.  Yo mismo me iba a buscar el agua a las 12 o 1 de la noche porque si iba a las 3 de la tarde, sabía que no volvía hasta las 8. A lo mejor te tocaba en la cola delante tuyo a un señor con dos bidones de 200 litros, porque el agua aquella la comerciaba. Y tenías que aguantar madera, de una fuente que tiraba tres litros por minuto».

    Durante este año, fue tan rápido el crecimiento urbano de Bonavista, que se presionó al Gobernador Civil para que se paralizase de inmediato la venta de solares para construcción, hasta que no quedaran satisfechas las mínimas condiciones de salubridad, pues el barrio amenazaba en convertirse en un peligroso foco de infecciones. El número de viviendas de autoconstrucción había sobrepasado las cuatrocientas y el Gobernador no tuvo más remedio que acceder a estas presiones y así es como, lentamente, se empezaron a realizar algunas obras tendentes a la mejora de las condiciones de vida.  A finales de año, el Ayuntamiento toma en consideración el estudio de un Plan de Necesidades Perentorias para el Barrio de Bonavista, basado en los puntos siguientes: plan general de ordenación del abastecimiento de aguas, proyecto de instalación de una central telefónica, establecimiento del servicio de policía municipal, gestión para que los coches de línea llegasen al centro del barrio, mejora del servicio de recogida de basuras, creación de una Alcaldía de Barrio, así como el proyecto de creación de una Asociación de Vecinos y, por último, la instalación del alumbrado público. La calle veintiuno de Bonavista, la calle principal. (Foto Olivé-Abelló)

    El servicio de transporte público de esta época era muy deficiente, lo que contribuía a agravar todavía más la situación de aislamiento de Bonavista.  Consistía en una línea privada de autobuses que tenía la concesión en exclusiva del trayecto La Canonja-Tarragona.  Su horario se restringía nada más que a doce horas (de nueve de la mañana a nueve de la noche, con una frecuencia de una hora) y no se correspondía en absoluto con las necesidades más primarias: el traslado de los obreros al lugar de trabajo.  Había otras formas de transporte como las furgonetas particulares, especialmente utilizadas por las mujeres los jueves para ir al mercado de Tarragona. Las bicicletas y otros vehículos de escaso porte eran otros de los medios muy socorridos, hasta el punto que el Ayuntamiento se propuso, en vano, desviar este pequeño tráfico, particularmente constituido por vecinos de Torreforta y Bonavista, por el entorpecimiento que suponía para el tráfico general de la carretera de Valencia, tratando de rehabilitar el antiguo trazado que corría paralelo.

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El reconocimiento oficial

    En cada una de las fuentes públicas que se habían instalado en Bonavista había un cartel en el que paradójicamente podía leerse: «Potabilidad no garantizada».  A principios de 1967, el Ayuntamiento de Tarragona aprueba el proyecto de construcción de un depósito de agua para abastecer a los populosos barrios de La Canonja, Bonavista y Torreforta.  Si se cita este acontecimiento tan concreto es por dos razones principales.  La primera es porque se trata de la primera obra pública que va a repercutir sobre Bonavista, teniendo en cuenta que han tenido que pasar siete años desde su creación.  La segunda es porque va a marcar la tónica general en cuanto al tiempo de realización de los proyectos municipales en el barrio, desde que son aprobados hasta su definitiva terminación, que siempre se va a alargar de una forma escandalosa.  En el caso del depósito regulador de aguas, a finales de 1969 todavía no se habían finalizado las obras.

    La finalización de las obras de construcción de IQA y de Dow Unquinesa, que habían tenido en su momento álgido a más de mil obreros trabajando, deja en situación de desempleo a un buen número de trabajadores de Bonavista.  En 1967, en los talleres que bajo la dirección del Centro Parroquial se están construyendo en el barrio (Escuela de Formación Profesional Industrial «Juan XXIII»), se habilita una de las naves para iniciar los cursos del Programa de Promoción Obrera.  La situación escolar es de auténtica precariedad, contando tan sólo con varias aulas en la recién inaugurada escuela de la parroquia y con dos salas en malas condiciones y pequeñas: «allí -tal como recuerda una madre- no había ni bancos, nada más que el suelo y las paredes.  Aquello era un sótano terrizo, los niños estaban sentados en cartones y en traviesas de esas de hacer la obra.  Y allí había ciento y pico de niños metidos y no cabían, unos empaquetados encima de otros, allí se los iba a comer la miseria».  Muchos niños seguían acudiendo a las «Escuelas Viejas» de La Canonja y más de doscientos quedaban sin escolarizar, fundamentalmente por la falta de recursos económicos de sus familias.

    A mediados de 1968, el Ayuntamiento de Tarragona aprueba el proyecto de distribución de aguas y red de alcantarillado de Bonavista; el comienzo de las obras no tendría lugar hasta un año después.  A finales de este año, la mayoría de los vecinos se dirige al Ayuntamiento, mediante un escrito, exigiendo mejoras para el barrio.  En él se alude de forma clara a la marginación: «(...) y al no ser escuchados y vernos marginados de los más elementales derechos cívicos, crea en nosotros un estado de desdicha, de desgracia, de infelicidad profunda que si no se le da una solución rápida se caracterizará por un resentimiento contra los causantes de esta situación y por una desconfianza en todo y ante todo lo que sea ajeno al mundo obrero y a los pobres», tal como recoge el «Diario Español» del 31-12-68.

    En el año 1969 empieza a cristalizar la formación de grupos organizados dentro del barrio, si bien con intereses diferentes y, a veces, encontrados.  Por un lado, la Iglesia consigue su implantación definitiva en el barrio, funcionando ya bajo su tutela directa el Centro de Formación Profesional «Juan XXIII», el Tele-Club e, indirectamente, el Centro de Asistencia Social.  La línea de actuación de la institución eclesiástica puede resumirse como bien intencionada, pero absolutamente paternalista.  Por otro lado, la Asociación de Vecinos, que venía funcionando informal y clandestinamente desde hacia varios años y que a finales de año, en octubre, logra celebrar su primera Asamblea en la legalidad, representa la línea crítica y reivindicativa.

    Mientras tanto, la situación urbanística de Bonavista sigue siendo un caos.  Cuando en junio comienzan las obras de alcantarillado, en la edición del día 14 de este mes del «Diario Español», en la pag. 5, el cronista local hace un comentario en el tono más cínico: «Durante estos últimos días en que la lluvia nos ha colmado, transitar por las calles de Bonavista era un martirio.  Claro que los vecinos ya están acostumbrados y hasta es posible que cuando se remate la obra de urbanización, haya una pizca de nostalgia por los barrizales que se forman ahora.  Sí, es posible».

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La década de los años 70

    Al iniciarse esta década, en 1970, la población de Bonavista ha superado largamente los 5.900 habitantes.  El ritmo de llegada de inmigrantes se sigue manteniendo alto ante la gran demanda de mano de obra que absorbe el sector de la construcción de nuevo, en pleno auge, gracias a la ampliación y creación de nuevas plantas petroquímicas.  Pero esta corriente migratoria se ve superada por otro fenómeno de mayor envergadura: el traslado de familias barraquistas de los márgenes del Río Francolí a los barrios periféricos de la zona oeste de Tarragona.  Se calcula que más de la mitad de los afectados por la catástrofe de las inundaciones de octubre del Francolí optaron por trasladarse a los barrios de Bonavista y Torreforta.

    En agosto de 1971 el Gobernador Civil y el Arzobispo inauguran la red de alcantarillado, el abastecimiento de aguas y el alumbrado público.  Para resaltar el acto el Ayuntamiento había aprobado poco antes el asfaltado de varias calles (6, 7, 8, 9 y 21, parcialmente), que correspondía a la primera fase de pavimentación; la segunda, la auténtica y duradera, no se realizaría hasta ocho años más tarde.  Por otro lado, el sector suroeste del barrio (calles 1 y 2) quedó desprovisto del más mínimo servicio público.

    El censo oficial de habitantes de Tarragona en 1972 era de 84.791 habitantes; Bonavista había alcanzado los 6.554 e iba en aumento.  El Instituto Nacional de. Previsión nombra un médico para el barrio, que se instala a vivir allí.  Poco tiempo después, el servicio se ampliará con dos nuevos médicos, aunque seguirán siendo insuficientes dado el crecimiento de la población.

    El año en que se empieza a construir la Refinería llegan a Tarragona más de tres mil inmigrantes.  Esta segunda gran oleada inmigratoria, que alcanzará hasta 1977, va a superpoblar todavía más los barrios periféricos como Bonavista. Y a pesar de ello, este año, 1973, se caracteriza por la nula inversión pública para resolver la deficitaria infraestructura urbanística.  Las páginas del «Diario Español» de Tarragona servirán una vez más para hacer apología de esa, en realidad, inexistente política de atención a los barrios por parte del Ayuntamiento, que ahora se dispone a crear la Tenencia de Alcaldía de Periferia. El problema de la escolarización no se soluciona a pesar de que se crea el Colegio Nacional «Rión Marsal» en La Canonja.

    El último domingo de marzo de 1974 se inició una movilización popular espectacular en Bonavista.  Ante una subida excesiva del precio del billete del autobús, sin introducir a cambio ninguna mejora en el servicio, la mayoría de los vecinos boicoteó los autobuses durante una semana y media, tiempo en el que permanecieron en el barrio varias Compañías Especiales de la Policía Armada, desplazadas desde Tortosa y La Rioja. La huelga de los autobuses fue dirigida por las organizaciones políticas clandestinas, y por la Asociación de Vecinos.  Uno de sus organizadores la resume así: «Lo de los autobuses fue una huelga grande.  Se vio la posibilidad de hacerla y se hizo con todas las de la, ley.  Se consiguió una rebaja en el precio del billete y la introducción de bonos para varios viajes, lo cual se puede considerar un logro social para aquella época.  Pero más que nada, yo creo que la huelga fue con fines de echarle un pulso a las autoridades, de que había un movimiento social a contar con él (...)» De forma paralela se produjeron otros boicots a los autobuses en el resto de Cataluña, aunque de carácter mucho más parcial, entre los que destacaron el de Sabadell y el de Tarrasa.  El resto del año estuvo marcado por la continua movilización de los vecinos en favor de mejoras para el barrio.  Al final, el Ayuntamiento elaboró un proyecto de construcción de un edificio con servicios múltiples (escuelas, guardería, dispensario, correos, teléfonos...) que nunca se llevó a cabo, a pesar de que Bonavista había sobrepasado la cifra de ocho mil habitantes.

    En 1975, aunque se acaban de instalar unas aulas prefabricadas en la parte alta del barrio, llamadas popularmente «barracones», siguen habilitándose locales en los bajos puesto que no se absorbe a todo el censo escolar.  Mientras tanto, el Centro Social prosigue su labor organizando ahora cursos de promoción profesional para la mujer.

    Al producirse la apertura política en 1976 y con el inicio de la transición democrática en España, algunos de los problemas urbanísticos de Bonavista llegan a la prensa de Tarragona con mayor asiduidad.  Ahí está la fuerte polémica que surge en el mes de marzo en torno a la subvención del Ayuntamiento al Club Gimnástico, céntrico y privado, en detrimento de inversiones -en los barrios periféricos.  En este año se decide la instalación del Ambulatorio en La Canonja, que no se pone en funcionamiento hasta el año siguiente.  Esta arbitraria decisión del Instituto Nacional de Previsión frustra los deseos de los vecinos de Bonavista, que habían venido luchando desde hacía seis años por él desde la Asociación. Como ocurriera con anterioridad en el caso -del Colegio Nacional «Rión Marsal», surge de nuevo el agravio comparativo con la población vecina de la Canonja que parece contar siempre con los favores de las autoridades oficiales, aún siendo su demografía mucho menor. Las manifestaciones que se hicieron frente al Ayuntamiento y las sentadas en la Rambla fueron en vano.  Incluso durante las Navidades se cantó mucho un curioso villancico satírico que hablaba de estas cuestiones sanitarias.  La Guardería Infantil, a cargo de la Caja de Ahorros Provincial, se puso en marcha durante este año.  Por otro lado, la reivindicación de una nueva línea de autobuses (vía carretera de Reus) encontró un nuevo y poderoso argumento: la creación del vecino barrio de La Esperanza.Concentración de vecinos del barrio en favor de la instalación de un Ambulatorio en 1976 (Foto cedida por la Federación de AA.VV.)

    A finales del año 1977, el Ayuntamiento destina una partida de su Presupuesto Extraordinario a la pavimentación de las calles de Bonavista.  Al principio se compromete a pagar el 50% de las obras, pero luego da marcha atrás amparándose en una ley de enero del mismo año por la que sólo se ve obligado a pagar un 10%.  De todas formas el inicio de las obras todavía tardará en llegar un año, con la consiguiente inflación del presupuesto. Con el aplazamiento consecutivo de las elecciones municipales a nivel estatal por parte del gobierno central, la Federación de Asociaciones de Vecinos de Tarragona lanza la campaña en favor de la dimisión del consistorio, proponiendo una, gestora intermedia. La Asociación de Vecinos de Bonavista está en desacuerdo, argumentando que se les ha de hacer cumplir con los compromisos que tienen contraidos con los barrios.  En el terreno de la educación tampoco hay una actuación decidida por parte de los responsables municipales y así se llega a una situación de desescolarización de doscientos niños de preescolar a finales de este año.

    La población de Bonavista ha superado ya la cifra de 9.000 habitantes en 1978, siendo la del municipio de Tarragona de 109.969. El consejo de Ministros aprueba en febrero la construcción de un Colegio de EGB de 24 unidades y otro preescolar de 8, que empiezan a construirse a finales de año.  En este año se instala también la primera cabina telefónica y se prevé la colocación de un semáforo en el cruce con la carretera de Valencia.  Parece ser que el Ayuntamiento quiso, antes de abandonar sus puestos tras las elecciones municipales, contentar a los barrios periféricos lanzándose, con estertores de última hora, a asfaltar las calles de Bonavista y parte de las de Torreforta.  Ese intento a toda costa de dejar la ciudad en buenas condiciones de urbanización tan solo se limitaba a ultimar proyectos ya aprobados por anteriores corporaciones.  El empeño por enmendarla llegó a los extremos de que se publicó una extensa memoria, a modo de pliego de descargo, en la que se reflejaban todos los logros habidos desde que tomara la posesión de sus cargos municipales en 1974.  Al tiempo, se aprovechaba para increpar a los sectores más populares de Tarragona por no haber sabido reconocer y agradecer esta labor.  El cinismo, ya se sabe, puede llegar a veces a extremos insospechados.

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El período democrático

    Tras las primeras elecciones municipales democráticas de abril de 1979, algunos de los problemas y de las carencias más acusadas de Bonavista empiezan a resolverse con mayor celeridad.  Sin embargo, durante este primer año la única realización llevada a cabo por el Ayuntamiento en el barrio es el Hogar de los Jubilados.  Son meses bastante tensos entre el movimiento asociativo de los barrios y el Ayuntamiento, al radicalizarse la campaña de desobediencia civil propugnada por la Federación de Asociaciones de Vecinos, consistente en no pagar los recibos del agua hasta que no se municipalizase el servicio.  La Asociación de Vecinos de Bonavista es la única que ha abandonado la campaña, en señal de apoyo al nuevo consistorio, habiendo llegado a conseguir meses atrás que cerca de la mitad de la población del barrio no pagase los recibos.  La Canonja, en el polo opuesto, ha conseguido una desobediencia del 90% de su población, gracias a la acción de propaganda de su Asociación de Vecinos, que utiliza esta movilización como medida de presión para conseguir la Entidad Local Menor.  Tampoco se presenta muy halagüeño el panorama para la educación, al descubrirse serias irregularidades en el recién inaugurado Colegio Nacional de Bonavista.  Además, una agria polémica suscitada en torno al traslado del taller ocupacional de Subnormales de Bonavista, que venía funcionando en condiciones deplorables desde 1971, caldea más el ambiente.  Al enterarse de la noticia de la nueva ubicación en el Bloque Júpiter de La Granja se producen fuertes reacciones y tensiones entre la comunidad de propietarios.  El máximo impulsor del centro de subnormales en Bonavista denuncia con coraje el enrarecimiento de esta situación: «Mi conciencia de padre de un subnormal, fundador del centro-taller de Bonavista y conocedor del problema desde el principio, me dice que en este asunto se está manipulando la desgracia de nuestros hijos y la pena y espeso que llevamos los padres para sensibilizar a la opinión pública y centros oficiales hacia unos fines que no son precisamente los mejores» -añadiendo más adelante- «También preguntaría a los que escriben ciertos artículos tan románticamente conmovedores, que hasta nos quieren hacer llorar, ¿Qué han hecho estos señores desde que fundamos este taller en Bonavista, si es que merece tal nombre, por promocionarlo y mejorarlo?» («Diario Español»: Cartas al Director: Subnormales manipulados, por Juan Torres Mármol: 18-10-79, pp 2 y 4).

    En 1980 el vecino pueblo de La Canonja está viviendo unos momentos efervescentes de recuperación de su pulso histórico.  Desde el año anterior funciona una activa Junta Gestora de la Entidad Local Menor de La Canonja que negocia con el Ayuntamiento de Tarragona la recuperación de su autonomía municipal, arrebatada en 1964.  Los nuevos límites territoriales que, se solicitan para La Canonja corresponden al «Término Parroquial», que abarca las industrias situadas al sur de la carretera de Valencia y excluye el barrio de Bonavista.  Ante esta situación, la Asociación de Vecinos de Bonavista presenta una reclamación oficial en la que exige ser parte activa en las negociaciones y denuncia la intención de marginar al barrio.  La cuestión de fondo en todo este proceso es el temor de la población autóctono de La Canonja a verse absorbida por el barrio de Bonavista que dobla su población y está formado en su mayoría por inmigrantes.  Al cabo de tres, años, la Entidad Local Menor de La Canonja fue reconocida oficialmente, aunque con un término municipal reducido a su mínima expresión.

    La solicitud de ampliación de la empresa Dow va a servir de excusa para la ordenación de la gran industria, mediante un plan parcial que es aprobado provisionalmente por el Ayuntamiento durante este año.  Su contenido es de vital importancia para las poblaciones lindantes a la zona de la gran industria, con mayor riesgo ante posibles catástrofes y con un alto índice de contaminación atmosférica cotidiana, como son La Canonja, Bonavista y Torreforta, pues preveía, entre otras cosas, la creación de zonas verdes de protección.  Con posterioridad, el plan fue recurrido por las industrias afectadas y ha quedado bastante desnaturalizado, habiéndose iniciado tan solo, a modo de sucedáneo, el Plan de Seguridad de las Químicas de Tarragona (PLASEQTA).

    En el campo educativo es de resaltar la creación del Centro de Formación Profesional de Adultos, dentro del «Juan XXIII», que pretende el perfeccionamiento y la formación de trabajadores de la rama de químicas.  A otro nivel, el Ayuntamiento inicia una campaña de educación permanente de adultos en los barrios; hay que tener presente que en Bonavista se registra el más alto índice de analfabetismo, siendo el 31 % de su poblaci6n.  Por otro lado, al agudizarse las deficiencias de construcción en el Colegio Nacional de Bonavista, padres y maestros, sensibilizados por el desastre de Ortuella, deciden suspender las clases hasta que no sean reconocidas oficialmente las condiciones de habitabilidad del edificio.Uno de los padres de la Constitución, Jordi Solé Tura, inaugura la Plaza de la Constitución de Bonavista. (Foto Chinchilla)

    Con motivo de la conmemoración del Día de la Constitución, a finales de 1981 se inaugura la nueva Plaza de Bonavista.  Los vecinos se hallan satisfechos del nombre de Plaza de la Constitución con que se bautiza, «porque nos cabe el orgullo de haber sido los primeros, anticipándonos al resto de los barrios y a la capital, en rotular una vía urbana con un nombre tan significativo y con tanta resonancia».  En efecto, el acto tuvo una significación simbólica especial para un barrio que se había destacado en toda su historia por su lucha en favor de mejores condiciones de vida. El proyecto de la Plaza de la Constitución tenía prevista su prolongación urbanística, a modo de «Rambla», pero ha sufrido serios contratiempos al hallarse construida una manzana de viviendas en plena zona verde.  Los vecinos de estas viviendas sufren en su calle la carencia de los servicios municipales mínimos, al estar conceptuadas como ilegales, problema grave que se deriva de épocas anteriores, de especulación desenfrenada.

    En 1982 se vuelve a agravar el problema de la escolarización, debido a que la capacidad de la nueva escuela ha quedado desbordada.  La Asociación de Padres reivindica un nuevo colegio, así como un comedor escolar que considera urgente, debido a la grave situación de paro que se detecta en el barrio según una encuesta realizada a tal efecto.  A finales de año, la Caja de Ahorros Provincial de Tarragona cierra el Centro Social del barrio, poniendo fin al trabajo de promoción que han llevado a cabo dos asistentes sociales durante catorce años.  Las quejas de las diversas entidades del barrio ante la desaparición de un centro tan necesario y de tal prestigio, harán que el Ayuntamiento, se haga cargo de él al año siguiente.

    En abril de 1983 el Ayuntamiento aprueba la Revisión-Adaptación del Plan General de Ordenación Urbana. Su ejecución es importante porque prevé la integración de los barrios entre sí y con el centro de la ciudad, mediante la creación de una red varia de intercomunicación.  Para barrios como Bonavista esto puede suponer paliar la situación de aislamiento geográfico en que se encuentra.

    Tras varios años de perseguir una dotación de equipamiento cultural mínimo para Bonavista, la Comisión de Cultura de la Asociación de Vecinos consigue abrir la primera Biblioteca Pública en noviembre de 1984.  Esta biblioteca tiene un carácter provisional, en espera de la que instale la Generalitat cuando se construya el proyectado Centro Cívico. Otra iniciativa de interés es la promoción de una emisora en el barrio destinada a desarrollar experiencias pedagógicas que se dirijan sobre todo a la enseñanza de adultos y a la dinamización pedagógica en todos los niveles escolares. Estos esfuerzos se plasman a partir de las fiestas de agosto de 1985, en que se inaugura «Bonavista Radio», emisora municipal que complementa su programación escolar («Ona Escolar») con otra de carácter cultural y musical.

    Según una encuesta realizada por el Ayuntamiento sobre la población de Tarragona en 1985, el 60% de los habitantes del centro desconoce los barrios.  Bonavista es a pesar de ello el barrio más conocido por los Tarraconenses, debido a la atracción multitudinaria que supone el mercadillo tradicional de los domingos.  En esa línea de dar una nueva imagen del barrio, la Unión de Comerciantes de Bonavista, nacida ese mismo año, trata de atraer a una clientela foránea.

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La vivienda y los espacios público
y privado en Bonavista

    Bonavista es un claro ejemplo en sus inicios de lo que se conoce por «coreas», o barriadas surgidas a partir de una construcción espontánea derivada del desarrollismo económico.  En Cataluña empezaron a levantarse a partir de la Exposición Internacional de 1929 y sufren una gran incremento hacia la década de los años cincuenta, en plena industrialización.  A diferencia del barraquismo, estas formas de crecimiento urbano tienden a consolidarse como definitivas, adquiriendo la vivienda para sus residentes la consideración de permanente y apropiada.  Este fenómeno presenta una racionalidad interna como mecanismo de financiación de la vivienda comparativamente ventajosa para ciertos grupos sociales sin recursos y como localización estratégica, según los objetivos prioritarios (acceso al mercado de trabajo, economías domésticas y seguridad futura) que va imponiendo a las familias inmigrantes la progresiva integración a la vida urbana.

    La necesidad imperiosa de vivienda obligó a los inmigrantes que llegaron a Bonavista a comprar los solares y a construirse sus propias casas.  La mayoría de ellos trabajaba en la construcción y fue frecuente la cooperación mutua entre familias emparentadas o paisanas para levantar comunitariamente sus moradas.  Así pues, al principio, como ha observado Dolors Comas, «los promotores de Bonavista, a diferencia de los de otros barrios, especularon sobre el suelo, pero no sobre la vivienda, y esto ofrecía ciertas ventajas: ya que muchos hombres trabajaban en la construcción, podían plantearse la posibilidad de construirse ellos mismos una casa, aprovechando así la experiencia de su oficio y el acceso a los materiales necesarios.  Esto implicaría un sobreesfuerzo adicional a las ya cargadas horas de trabajo de ellos mismos y de sus familiares, pero economizaría gastos y, lo que es importante, los dosifica según la conveniencia de la familia, permitiendo, al mismo tiempo, que la nueva vivienda se adaptara mejor a las propias necesidades y gustos».

    Las primeras parcelas empezaron a venderse a 1, 1.50 y 2 pesetas el palmo cuadrado, pero a este precio se vendieron muy pocas porque enseguida comenzaron a multiplicarse las subidas, llegando a alcanzar algunos solares el precio de 200 pesetas el palmo cuadrado en 1968.  Las primeras casas autoconstruidas, tal como nos lo relata uno de los pioneros, «no tenían ni planos ni permisos, nadie se metía con nadie y la gente trabajaba sábados, domingos y festivos incluso de noche, y así se fueron haciendo».  La gente se metía en las casas mucho antes de que éstas estuviesen acabadas, en cuanto se levantaban las primeras cuatro paredes y se cubría el primer tejado, dándose el caso extremo de que en el primer año de vida del barrio, en una sola vivienda vivían veintiocho personas, entre parientes y paisanos.

    Una de las características de este tipo de viviendas es su transformación continua, a medida que surgen nuevas necesidades familiares.  De cómo son ahora a cómo fueron antes, nos sirve este testimonio: «Al principio, la casa era más pequeña, más corta. Y la ampliación fue alargándola, porque estos solares todos tienen 19 metros de largo por 8 de ancho.» Las dependencias eran más pequeñas,Las familias Sevilla y Pacheco al completo junto a sus viviendas autoconstruidas comunitariamente.

    La cocina también. A medida que las posibilidades económicas iban aumentando, la casa se fue ampliando. La ampliación de las casas no se ha realizado únicamente de forma horizontal, sino que muchas de ellas han crecido verticalmente, mediante la adición de una o varias plantas.  Tanto exterior como interiormente han sido remozadas y hoy en día se observa el cuidado esmero con que sus moradores tratan de conservarlas.  Suelen tener pequeños espacios interiores abiertos, para tomar la fresca, y algunos de estos patios presentan una decoración vistosa que les confiere una auténtica categoría de arte popular, a base de baldosas de muchos colores distintos entre sí.  Todo este esfuerzo invertido en el propio hogar hace que buena parte de las familias que viven en casas autoconstruidas muestren un orgullo especial y manifiesten esta satisfacción públicamente. En los últimos años muchos de los habitantes de estas viviendas han ido cambiando el encalado blanco de sus -fachadas, que conferían a Bonavista una homogeneidad estética similar a la de un pueblo andaluz, por unos colores más oscuros (marrones, grises ... ) y se han añadido algunos elementos de ostentación como las baldosas y los mármoles.  Todo ello ha hecho perder ligeramente la singularidad arquitectónica a Bonavista, confundiéndose cada vez más con la urbe amorfa.

     Esta ostentación también se deja sentir en los interiores de estas casas, donde se observa una preferencia por el mobiliario recargado y de grandes dimensiones, muchas veces desproporcionado al tamaño de las habitaciones.  En éstas, se establece una clara diferenciación entre el espacio doméstico, destinado al uso cotidiano y el dedicado a recibir a los invitados.  En el primero, las costumbres han ido cambiando con el tiempo, porque tal como recuerda una de las primeras mujeres en llegar: «antes comíamos todos en el mismo plato, todos en una fuente grande, que se ponía en mitad de la mesa (...) pero cada uno tenía su propia cuchara, con alguna señal».

    Los límites de este espacio doméstico privado y el espacio público no están muy marcados y se confunden constantemente.  Es frecuente ver, en las: épocas de buen tiempo, las puertas principales que dan a la calle abiertas de par en par.  La calle se convierte en una prolongación de la vivienda: «Aquí cuando llega el verano, por ejemplo, salimos a tomar la fresca cuando llega la noche, como allí suele pasar, nos juntamos con varios vecinos, ocho o diez personas.  Llegan las fiestas y nos adornamos la calle en ambiente andaluz, hacemos churros entre la comunidad de vecinos, lo cual en Cataluña no pasa».  Ese vivir puertas afuera tiene sus puntos más comunes de reunión en la plaza y en los bares.  Estos, aparte de ser el lugar obligado de encuentro para los hombres después del trabajo, pueden servir también para sondear el mercado laboral y, en ocasiones, para contratar gente.

    En Bonavista, sin embargo, no todo son viviendas de autoconstrucción.  A partir de 1967 empiezan a construirse casas de varios pisos por encargo y algunos de los albañiles del barrio se convierten en constructores, dedicándose a edificar pisos para la venta.  Paralelamente, en viviendas de autoconstrucción se levantan nuevos pisos sobre la primitiva planta baja, y no sólo para albergar a nuevos familiares, sino con la intención de alquilarlos o destinarlos a posibles compradores.  Todas estas iniciativas obedecen a la fuerte demanda de habitaje, dada la incesante inmigración de la época, y a las expectativas de inversión urbanística que se abren en Bonavista desde que el Ayuntamiento aprueba la construcción de un depósito de agua.

    Cuando se llega a la década de los años setenta y se inauguran los servicios de aguas, se multiplican las construcciones de bloques de pisos.  Todo esto contribuye a dar una imagen urbana al barrio.  Esta fiebre de la construcción conduce a que se produzcan algunas irregularidades, y, así, un vecino que conoce bien el asunto reconoce que «muchos no son, pero hay aquí bloques que tienen veinte pisos de los que se podían hacer bien diez, porque veinte son reducidos y además abarcan una cantidad de metros que no corresponde a la legalidad, porque un solar de veinte metros era obrado hasta los dieciocho de fondo».

    En 1975 un grupo de promotores de obras del barrio expone al Ayuntamiento el problema derivado de las construcciones que realizan rebasando la altura autorizada por las ordenanzas vigentes, pidiendo que ésta se amplíe.  Hay que tener en cuenta que en esta década fueron más de treinta los constructores que operaron en el barrio, buena parte de ellos vecinos de Bonavista, aunque había también foráneos, predominando la empresa de tipo familiar.  A finales de los años setenta, con la crisis de la construcción, el ritmo de edificación decrece notablemente.  En 1984, el número total de viviendas en Bonavista era de 2.847.

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Composición social

    En un estudio socio-económico que data de 1972, se observaba que el nivel medio de los salarios de los trabajadores de Bonavista se encontraba en torno a los mínimos legales existentes, lo cual contrastaba claramente con el nivel medio de los sueldos y salarios de la población laboral de Tarragona-centro.  Además se destacaba que mientras la composición funcional de la renta era en Bonavista aproximadamente de un 80% a favor del factor de trabajo, correspondiendo el resto a rentas mixtas y de capitales derivados de la inversión en la adquisición de viviendas y tiendas familiares, en la capital la renta del trabajo era del 60%, frente al 40% restante que correspondía a rentas mixtas y capitales.  En el trabajo se concluía diciendo que no existían diferencias notorias en cuanto a la distribución personal de la renta, puesto que la población activa de Bonavista estaba compuesta en su mayoría por asalariados sin cualificar.El «Club del Algarrobo», lugar de reunión habitual de los jubilados del barrio. (Foto Olivé-Abelló)

    Desde 1972 hasta el presente ha llovido mucho y el tejido social de Bonavista se ha diversificado, apareciendo una cierta estratificación social en función, sobre todo, de la cualificación profesional.  Pero lo que hemos podido comprobar, gracias a una encuesta que realizamos en 1983, es que la categoría profesional de peonaje sigue ocupando el mayor porcentaje de la población activa de Bonavista y con diferencia.  Una gran parte de estos peones pertenecen al ramo de la construcción, que ha tenido, en las dos últimas décadas en Tarragona, sus momentos de auge y pleno empleo en el montaje de las industrias petroquímicas. Cada vez que terminaba la construcción de una de estas empresas se producía un considerable índice de paro en el sector de la construcción, que afectaba sobre todo a barrios eminentemente obreros como Bonavista, pero tenía un carácter temporal.  Estos ciclos cortos se han ido repitiendo hasta llegar a la verdadera crisis de la construcción de finales de la década pasada, en que se ha alcanzado una cota bastante alta de paro endémico dentro del sector.

    En esas épocas pasadas de pleno empleo, en que la demanda de puestos de trabajo fue, en algunos años, muy inferior a la oferta y la necesidad de construirlo casi todo demandaba constantemente nuevas incorporaciones de mano de obra escasamente cualificada, se hicieron horas extraordinarias y se trabajó a destajo e incluso se llegó a crear el espejismo entre los obreros de la construcción de pertenecer a un sector de la producción más prestigiado y mejor remunerado que otros, como los de la industria petroquímica en que se requería un mayor nivel de cualificación profesional.

    Solamente una quinta parte de la población activa de Bonavista, según nuestra encuesta, ha conseguido una clara promoción socio-profesional.  Y lo ha logrado la minoría que ha pasado de ser albañil a ser constructor, el gremio de los que se han constituido en pequeños comerciantes y, sobre todo, los que han tenido la posibilidad de adquirir una formación profesional en centros especializados y que ahora forman parte de las plantillas de las empresas petroquímicas.  De ahí que entre los que han accedido a este estatus social más elevado predominen las personas de mediana edad, es decir, entre los 30 y los 45 años.

    El índice de paro es uno de los más altos de todos los barrios, rondando el 20%.  Las estrategias más comunes para afrontar esta situación se circunscriben al ámbito de la economía sumergida en algunas de sus facetas, tanto dentro como fuera del barrio: pequeños talleres fraudulentos, explotación de menores, trabajo a destajo con horario laboral doblado, no cotización en la Seguridad Social... Otra de las alternativas es el trabajo por horas de las mujeres como empleadas de hogar, que, en no pocos casos, permite salvar la economía familiar.  De entre las estrategias escapistas, el alcoholismo crónico se da más entre los adultos; la drogadicción se ceba en los jóvenes marginales que, como reconoce la asistente social, tiene, hoy por hoy, unas posibilidades francamente remotas de conseguir un trabajo.  Así es como una tercera parte de los parados del barrio no han tenido todavía su primer empleo.  Se han dado casos de familias que se han visto en la calle con lo puesto y los muebles, por desalojo forzoso, en situaciones de paro críticas.

    La demografía de Bonavista ha crecido rápidamente desde sus inicios hasta que en los últimos años se ha llegado a estabilizar e incluso ha experimentado un saldo migratorio negativo.  En el año 1976 se alcanza su máxima población, con 14.255 habitantes, según la Dirección General de Estadística.  Es el año en que se ha terminado de construir la primera fase de la Refinería de ENPETROL, que ha contribuido a crear en los barrios obreros de Tarragona una población flotante bastante considerable.  Los últimos años de la década van a presenciar la despoblación parcial de Bonavista, motivada por la crisis industrial generalizada: son muchas las reducciones de plantilla de las empresas petroquímicas y los cierres empresariales, de pioneras de la industrialización en Tarragona como Loste y Valmeline.  Se inicia un pequeño y lento movimiento de retorno, cuyo alcance es todavía temprano para valorarlo.  Pero de momento ahí están algunos casos de constructores del barrio que vuelven a sus lugares de origen para formar una cooperativa o el de determinadas familias afectadas por el paro endémico que se sienten atraídas por las ventajas que ofrece la Junta de Andalucía en materia de «paro comunitario».

    Pero quizá, por el momento, las principales causas que explican el parcial despoblamiento de Bonavista se centran en la movilidad social dentro del término de Tarragona.  Desde que se crea el barrio vecino de Campoclaro en 1979 aparece un potente foco de atracción residencial para muchas parejas jóvenes del barrio.  En menor medida se produce una movilidad residencial hacia el centro de la ciudad, fruto de la movilidad social, de los llamados «desclasados» por un obrero con fuerte conciencia de clase: «Aquí se dan casos, ya mí me da una lástima eso, de gente que yo conozco que ha pasado más hambre que un caracol pegado a una ]ata, y miseria, y yo les he visto venir aquí como hemos venido todos, se han situado un poco y ahora se van a Tarragona.  El piso que tienen aquí lo venden o lo cambian, y se marchan».

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El movimiento asociativo en Bonavista

    El historial de la Asociación de Vecinos de Bonavista no tiene nada que envidiar al de otras asociaciones legendarias de los barrios obreros del cinturón industrial de Barcelona, destacadas por su lucha incesante en pro de mejoras sociales y urbanísticas durante las tres últimas décadas.

    Se empieza a gestar hacia el año 1965, por iniciativa de un grupo reducido de personas del barrio con tendencias ideológicas dispares, pero con un objetivo común: conseguir un barrio digno.  Entre sus impulsores se encuentran miembros del, por entonces, ilegal PSUC, personas independientes ideológicamente pero con un alto nivel de concienciación social y gente de la HOAC, en la línea de «Cristianos por el Socialismo».  Auspiciados por el recién creado Centro Social consiguen la legalización de la asociación poco antes de que finalice la década de los sesenta.

    La primera convocatoria de la Asamblea de la Asociación de Vecinos de Bonavista para la elección de la junta directiva se celebra en octubre de 1969 y es muy concurrida, acudiendo unas doscientas personas a la parroquia.  Pero, y así lo recuerda uno de los primeros directivos que tuvo la asociación, «se ve que hubo algún chivato, sin tener en cuenta que nosotros aquella noche ya teníamos autorización del Gobierno Civil, con todos los estatutos aprobados... y cuando estábamos haciendo las elecciones, apenas se habían introducido tres papeletas en las urnas, se presentó la policía con unos dispositivos muy grandes de llevarse... ¡en fin,! ya te puedes imaginar!».  La andadura de la asociación no podía empezar con peor pie, puesto que el sobresalto de muchos de los que allí acudieron fue tan grande que se dieron de baja de inmediato y no asistieron a la siguiente convocatoria por temor. Todas las fuentes consultadas por nosotros coinciden en interpretar este suceso como una estratagema plenamente consciente de las autoridades oficiales de la época para crear el desconcierto y el miedo, restando de esta forma socios activos a la naciente asociación.

    La primera etapa de la asociación está marcada por la vigilancia gubernativa. La forma de organizarse es mediante vocalías y sus primeras acciones se centran en varios frentes: dotación de escuelas, guarderías, ambulatorio y centro especial de subnormales; infraestructura urbanística; ordenación del espacio urbano interno, mediante el vallado de los solares sin edificar y la regulación de las cuadras de ganado lanar; mejora de la situación sanitaria; y eliminación de las deficiencias en el servicio de autobuses.  Realiza también actividades de carácter asistencias, tanto a los asociados como al resto de los vecinos.  En este sentido, una vocalía que tiene un cierto auge en los primeros años es la de «Vivienda y Emigrados», cuya finalidad es la de tratar de orientar y facilitar el acceso a una vivienda a los que van llegando.

    La forma de presión a las autoridades para conseguir todos estos fines es la movilización popular.  Pero ésta no se convierte en un arma de actuación sistemática hasta llegar el año 1970, lo cual guarda una estrecha relación con la turbulenta huelga de la construcción que se produjo en esa fecha en Granada, con un saldo de dos muertos, y que actuó de revulsivo o catalizador étnico.  Desde entonces se han sucedido multitud de manifestaciones reivindicativas, primero dentro del barrio y luego fuera, que han coincidido, en muchas ocasiones con las luchas sindicales.  Así ya en el año 1973 se produjo la primera huelga en ALENA, que tuvo su repercusión en Bonavista, donde se hicieron varias asambleas en la iglesia.  Un bonavisteño que trabajaba en Alena hace la siguiente valoración de los hechos: «Hay que tener en cuenta que esta empresa se creó en Guinea y allí hacían horrores con los pobres negros; si aquí ya los hacían figúrate allí.  La alta dirección tenía la misma mentalidad que allí y los cuadros técnicos también se los trajeron de Guinea, e impusieron el mismo ritmo de trabajo y el mismo trato».  Las huelgas de Valmeline también afectaron a Bonavista, ya que su plantilla estaba integrada mayoritariamente por jóvenes trabajadoras inmigradas. Angeles de La Fuente, en su estudio sobre Valmeline, ha hecho este interesante análisis del fenómeno: «La procedencia del personal en gran mayoría de la inmigración, por tanto eran personas no enraizadas en Tarragona, hizo que encontraran en el trabajo el ámbito favorable para la creación de amistades y lazos humanos, que se derivaron en múltiples actividades recreativas, creándose así una de las bases de solidaridad, entre compañeras, necesaria para poder llevar a cabo acciones en respuesta a los problemas que existían».

    El primer llamamiento a la desobediencia civil se produce en agosto de 1971, pocos días después de haberse instalado el servicio de aguas.  Se pide a los vecinos que se nieguen a pagar el suplemento de quinientas pesetas que reclama el Ayuntamiento por la instalación de los contadores de agua.  La campaña tiene un discreto éxito pero por lo menos se consigue «hacer ver a las autoridades municipales por escritos publicaciones en la prensa que no somos un «rebaño», que tenemos conciencia de nuestros deberes y derechos, y que contamos en el barrio con más de cincuenta personas que son capaces de solidarizarse en la defensa del bien común y de la justicia» (Libro de actas de la Asociación de Vecinos de Bonavista).

    La mejora del servicio de los autobuses fue un punto de constante reivindicación.  Año tras año, después de fuertes presiones a la empresa concesionario, se iba consiguiendo una pequeña ampliación del horario o una ligera renovación de la línea.  Hay que tener en cuenta que este servicio era irregular, insuficiente e inseguro.  Tanto es así que en mayo de 1967 uno de los autobuses cayó desde lo alto del Puente del Francolí al cauce del río, ocasionando más de treinta heridos.

    La mayor de las movilizaciones se produjo en 1974, con motivo de la huelga de los autobuses.  En principio, se planeó para el conjunto de los barrios, pero solamente cuajó en Bonavista.  Hubo unos catalizadores externos e internos que colaboraron a que el boicoteo a los autobuses, que se prolongó durante casi dos semanas, fuera un rotundo éxito.  En Cataluña se estaban viviendo unos momentos políticamente ambiguos: en pleno tardofranquismo, mientras se relajaba la persecución de los partidos políticos en la clandestinidad, se condenaba a muerte al anarquista Puig Antic.  En Tarragona se estaba produciendo, desde hacía un año, un reactivamiento de las fuerzas de oposición al régimen, con la llegada de una nueva hornada de inmigrantes jóvenes.  En palabras de un ex-sindicalista del barrio: «Casi todos se han marchado ya, eran una gente espontánea que veníais al calor de la Refinería, del trabajo del montaje y todo esto, mayormente universitarios y en las labores de piquete resultaron imprescindibles».  Es indudable que para cualquier joven revolucionario de la época, el atractivo que suponía Bonavista, como lugar de operaciones, era bastante fuerte.Bonavista: el barrio más reivindicativo de Tarragona. (Foto Olivé-Abelló)

    Además de la asociación y del PSUC, tomaron parte activa en esta movilización Plataformas Obreras Anticapitalistas, OICE, PTE, ORT y LCR, asumiendo el papel de vanguardias revolucionarias.  A partir de este momento, la Asociación de Vecinos se revitalizó y ganó en fuerza, pero no en estabilidad, ya que se perfilaron claramente las distintas corrientes ideológicas en su seno, con las consiguientes pugnas y rivalidades.

    A medida que la asociación se va afianzando, se amplían sus intereses y sus relaciones con el exterior.  Así, por ejemplo, una acción conjunta de protesta con la Asociación de Vecinos de La Granja por la contaminación de dos fábricas cercanas va a servir para que se plantee la conveniencia de la coordinación de la acción de todas las asociaciones de vecinos de Tarragona, que culminará dos años después, en 1976, en la constitución de la Coordinadora Inter-Barrios.  Este es un año prolífico en acontecimientos de diversa índole para la Asociación de Vecinos de Bonavista: se integra en el Congrés de Cultura Catalana, es reconocida como interlocutor válido por el Ayuntamiento, promueve un plan de alfabetización en el barrio... Otra de las facetas que asumirá en los años sucesivos es la de organizar las fiestas populares del barrio.

    La proximidad de las elecciones municipales democráticas del 79 va a significar el inicio de una seria desestabilización interna de la asociación, debida a la alineación de la facción mayoritaria, incondicional y no crítica, con los partidos políticos con mayoría en el consistorio.  Esta falta de coherencia será duramente criticada y aprovechada por los enemigos acérrimos de la asociación para crear una nueva y paralela, de carácter amarillista, que, todo hay que decirlo, tuvo más pena que gloria y desapareció al poco tiempo.

    En la actualidad la Asociación de Vecinos de Bonavista está buscando una salida a esta superpolitización de su actividad, por la vía de hallar el nuevo papel que ha de jugar ante los ayuntamientos y demás poderes públicos democráticos, sin claudicaciones, y haciendo oír con la misma fuerza las muchas reivindicaciones pendientes.  Sin embargo, los más pesimistas sentencian: «La asociación ha tenido épocas de una gran actividad desde que se creó.  Era la puntera de las asociaciones de los barrios, así como ahora ha desaparecido totalmente del mapa».

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Conflictos étnicos y sociales

    Bonavista ha arrastrado en toda su historia una mala imagen que no se correspondía con la realidad.  Desde el aireado «crimen del hacha» de 1962, que sirvió para que la prensa local se volcase sobre él con una morbosidad inusitada, a Bonavista se le ha llamado desde fuera, «La ciudad del hacha» o «La ciudad sin ley».  Marcada en sus orígenes, este estigma se deja sentir todavía en la actualidad entre sus vecinos: «Primero fue Torreforta, en los años 60, porque te consideraban bruto, un inculto, te daba vergüenza decir que eras de Torreforta.  Luego esa fama le ha pasado a Bonavista y ahora se la echamos a los de Campoclaro.  La cuestión es que tiene que haber siempre una cabeza de turco para que otros puedan brillar».

    El barrio como foco de marginación y delincuencia ha sido también otro de los tópicos más manidos: «A Bonavista le han puesto una mala fama que no se merece.  Es un barrio obrero, de gente trabajadora y sana, y no sofisticado como otras clases.  Pero aquí llegan elementos de otros sitios, hacen de las suyas y se largan dejando las malas consecuencias a esta barriada».  En efecto, si se compara el índice de delincuencia con el de otros barrios próximos, se comprueba que es mucho menor. La peculiar historia de Bonavista, un barrio que se ha hecho a sí mismo, hace que las relaciones de vecindad sean bastante estrechas y el control social sea muy grande, siendo los casos de delincuentes que actúan en el propio barrio realmente atípicos.  Los múltiples vínculos de paisanaje, parentesco o amistad y la fuerte personalidad del barrio hacen muy difícil, a pesar de las desfavorables condiciones económicas, el surgimiento de individuos totalmente desintegrados y marginales.  Una anécdota ocurrida en Bonavista hace unos meses puede servir mejor que nada para ilustrar cómo hasta en los más jóvenes siempre pervive el deseo de dejar el buen nombre del barrio intachable por encima de todo.  Con ocasión de la inauguración de la emisora municipal «Bonavista Radio», se hizo cargo durante los primeros días una persona contratada de Tarragona, quien desmintió unos rumores acerca de unos incidentes recientes, atribuidos irresponsablemente por un medio de comunicación local a unos vecinos de Bonavista.  Los diez o doce jóvenes que le rodeaban en la cabina radiofónica no sacian de su asombro al ver cómo alguien de fuera, y catalán para más señas, salía en defensa de la buena imagen de Bonavista y se lo agradecieron efusivamente.

    La solidaridad existente entre los vecinos ha tenido ocasión de manifestarse de forma espectacular en numerosas ocasiones, tanto con motivo de una catástrofe como en la organización de un acto festivo.  Un informante nos reconocía que los más solidarios entre los paisanos son los de Palenciana: «Recuerdo un incendio en una casa de una familia de Palenciana y cómo se volcaron todos los paisanos, incluso hasta no haciéndoles falta».  Hay que tener en cuenta que aproximadamente la mitad de la población de Bonavista pertenece a tan solo media docena de pueblos de Andalucía y Extremadura.

    Más del 60 % de los habitantes de Bonavista proceden de la inmigración, en su mayoría de Andalucía.  Algunos ven en la elocuencia de esta realidad sociológica un obstáculo, poco menos que insalvable, para la integración a la cultura catalana: «El hacer Bonavista en Cataluña yo creo que ha sido un error histórico, porque resulta que ahora tenemos un problema sociológico con la lengua muy grande: en Bonavista no se habla catalán, es muy difícil encontrarse en la calle a un crío castellano hablando con uno catalán.  Y aquí está ocurriendo un fenómeno nuevo: están creciendo unos niños, hijos de emigrantes, con el riesgo de convertirse en una generación más de emigrantes, sin serlo realmente».  Mientras a los más adultos les queda el refugio de una identidad primaria de carácter étnico, la añoranza del pueblo de donde se vinieron, a los jóvenes tan solo el barrio: Bonavista como patria chica.Bonavista en fiestas. (Foto Olivé-Abelló)

    La homogeneidad étnica y social han convertido a Bonavista en una comunidad bastante cerrada al exterior.  Los pocos conflictos étnicos internos que se han sucedido dentro de esta configuración monolítica en su historia han adquirido, sin embargo, un valor especial de resistencia y se han vivido intensamente.  Así, por ejemplo, en el debate de la denominación de las calles, reproducido cíclicamente, el dilema ha surgido siempre que las autoridades municipales han propuesto una nomenclatura excesivamente localista, sin tener en cuenta la propia tradición cultural de los vecinos. En una carta dirigida por la Asociación de Vecinos de Bonavista al Ayuntamiento de Tarragona, se expresa el malestar de la población ante la decisión del Pleno del 11 junio de 1981 de rotular las calles solamente en catalán y no en forma bilingüe: «(...) se están produciendo reacciones muy fuertes que pueden crear, y ciertamente lo crearán, conflictos duros. Incluso se llegaría a decisiones drásticas como arrancar placas, etc... esto que exponemos no son rumores, son decisiones comprobadas».  El astuto razonamiento de los vecinos es el siguiente: si se dejan las calles numeradas, como hasta ahora, la cifra ya está catalanizada, porque 25 es igual a 25, en catalán o en castellano.  Y si se escribe con todas las letras, la placa será digna de verse.  El buen humor y sentido práctico de los vecinos se impusieron al final y las cosas han quedado como estaban.

    A finales de los años setenta, existe en La Canonja un movimiento ciudadano que trata de recuperar la autonomía municipal. Se establecen algunas reuniones con la Asociación de Vecinos de Bonavista para que ésta apoye esta justa reivindicación del pueblo vecino.  Sin embargo, en el momento en que la Gestora de la Entidad Local Menor de La Canonja ve cada vez más realizable su proyecto y cuenta ya con algunas garantías de viabilidad política, se desentiende del barrio vecino y negocia su autonomía separadamente con el Ayuntamiento de Tarragona. Ante esta discriminación, los vecinos de Bonavista reclaman oficialmente «el derecho de que no se tome ninguna decisión definitiva, sin que Bonavista sea parte, activa interesada en le proceso de dicha tramitación» -considerando más adelante- «artificial e incongruente el tomar el término parroquial como base de reclamación para la Entidad Local Menor, por considerar que lesiona el derecho de Bonavista como integrante del antiguo y actual término territorial (...) sólo una intención de marginación de este barrio, puede explicar esta reclamación de La Canonja sobre tal base».  Afirmando explícitamente que Bonavista nunca ha renunciado a su derecho de unidad territorial con La Canonja y no sabemos que haya sido derogado este derecho de unidad por ninguna ley positiva o costumbre contraria.

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Cronología de Bonavista

1959 Creación del barrio (se construyen las primeras casas).

1960 Aprobación del Plan Parcial de Ordenación Urbana de Bonavista por el
         Ayuntamiento de La Canonja.

1964 Anexión de La Canonja al municipio de Tarragona, dado que el
         crecimiento industrial rebasa los límites del municipio canonjino.
         Incorporación paralela de Bonavista a Tarragona.

1965 Un barrio en pleno crecimiento (unos 3.000 habitantes).
         Creación de la «Peña Taurina Amigos de Manuel Benitez «El Cordobés» y
         Rafael Poyato»..
         Se empieza a gestar la Asociación de Vecinos.

1966 Solución provisional al problema del abastecimiento de agua: 
         instalación  de cuatro fuentes públicas.

1967 Reconocimiento oficial: primeras inversiones públicas.
         Creación de la «Peña Madridista «El Cid»»..
         Apertura de la escuela parroquias.  El resto de aulas se situaba en bajos
         comerciales en malas condiciones.

1969 Legalización de la Asociación de Vecinos.
         Inauguración   del  Centro  de  Formación  Profesional «Juan XXIII».
         Puesta en marcha del Centro de Asistencia Social.

1970 «L’Home dels Nassos» visita Bonavista.

1971 Inauguración del alcantarillado, el abastecimiento de aguas y el
         alumbrado público.
         Primer Festival Cante Flamenco de Bonavista.
         Primera campaña de desobediencia civil de la Asociación de Vecinos.
         Creación de un taller ocupacional de subnormales.

1973 Se crea el Colegio Nacional «Rión Marsal» en La Canonja.  Bonavista
         sigue sin contar con un colegio propio.

1974 Grandes movilizaciones populares: Boicoteo a los autobuses.
         Acción conjunta de las Asociaciones de Vecinos de Bonavista y de La
         Granja en protesta por la contaminación industrial.  Esta acción es el
         primer antecedente histórico de la Federación de Asociaciones de
         Vecinos de  Tarragona.
         La policía secreta desmantela el grupo de izquierda radical «Plataformas
         Obreras Anticapitalistas», de gran arraigo en el barrio.

1976 Fuerte polémica ciudadana sobre la subvención del Ayuntamiento al Club
         Gimnástico, céntrico y privado, en detrimento de inversiones en barrios
         periféricos como Torreforta y Bonavista, tan necesarias.
         La Asociación de Vecinos se hace polifacético: se integra en el Congrés
         de  Cultura Catalana, es reconocida oficialmente como interlocutor
         válido,   inicia una campaña de alfabetización de adultos, se hace cargo
         de  las fiestas populares del barrio.....
         Instalación del Ambulatorio en La Canonja, en perjuicio de Bonavista.
         Puesta en marcha de la guardería infantil a cargo de la Caja de Ahorros
         Provincial.

1977 La Cultural Bonavista asciende a Primera Regional.

1978 Se inicia el asfaltado de la mayor parte de las calles del barrio.
         Se instala la primera cabina telefónica y un semáforo en el cruce con la
         carretera de Valencia.

1979 Creación del Hogar de los Jubilados.
         Inauguración del Colegio Público de Bonavista.
         Polémica ciudadana sobre el traslado del taller ocupacional de
         subnormales de Bonavista a La Granja.
         Presentación del Congreso de Cultura de Andalucía en los locales de la
         Asociación de Vecinos.  En el mismo año, se celebra el Primer Concurso
         de Saetas de Bonavista y aparece la «Peña Flamenca «Los Cabales»».

1980 Bonavista es marginada del proceso de recuperación de la autonomía de
         La Canonja por la Junta Gestora de la Entidad Local Menor del pueblo
         vecino.
         Homenaje público a un hombre clave en la historia del barrio: Domingo
         Caamaño Louro.

1981 Se inaugura la Plaza de la Constitución.
         Toda la población de Bonavista reacciona en contra de la amenaza
          municipal de hacer desaparecer el tradicional mercadillo de los
         domingos, considerado antihigiénico.
         Malestar de la población ante la pretensión del Ayuntamiento de rotular
         las calles exclusivamente en catalán.

1982 Cierre del histórico Centro Social.

1984 Apertura de la primera biblioteca pública, a cargo de la Comisión de
         Cultura de  la Asociación de Vecinos.

1985 Se inicia la emisión semanal del espacio «Andalucía en las ondas» en la
         recién creada Bonavista Radio.
         Surge la Unión de Comerciantes de Bonavista.

Texto extraido del libro:
Barrios de Tarragona
J. Pujadas - F. Bardají

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